martes, 26 de abril de 2011

a la mañana

No creo poder asegurar si es algo recurrente para la mayoría, pero sí voy a decirles que algunas mentes piensan apenas se despiertan cómo esperan que va a ser el día por venir. Claro que el "apenas" es más bien un eufemismo, no sea cosa que ustedes crean que "apenas" uno se levanta -momento en el que se abren los ojos, se respira el primer hedor del día y se ordenan los pensamientos ("dónde estoy, quién soy y qué debo hacer ahora")- ya efectúa ese tipo de balances. Generalmente sucede mientras se desayuna, o en la ducha, quizás cuando nos enjuagamos el pelo y nos entregamos a esa sensación única que crea el jabón al correr hacia abajo. Y en ese momento los sentimientos se hamacan entre la ansiedad de lo que está por venir y el desamparo por lo que no queremos que llegue: Horas que nos gustaría que se esfumaran, horas a las que no vemos la hora de llegar. Para externalizar, es decir en simultáneo, muchas veces dibujamos una sonrisa o ensayamos una caída de párpados.

Pero si la vida fuese tan sólo una sucesión de horas cuya jerarquía ya conocemos de antemano, posiblemente no merecería ser vivida.  ¿Qué sería de nosotros sin los imponderables? Hay quienes creen que -o, más bien, quieren creer que- pueden controlar toda circunstancia para evitar ser sorprendidos; no los juzgo, lo impredecible muchas veces asusta. Sin embargo, posiblemente extrañaríamos incluso aquellas pequeñas pavadas que no tardan más que horas en arribar al olvido. Sí, claro: no siempre lo imprevisible es agradable, ni bienvenido; pero es parte de aquello que nos lleva a seguir caminando, a probar lo nuevo, a hacer esas estupideces que siempre pensamos que van a dar resultado. Es ese azar el que nos ayuda a salir de la ducha: ese que al optimista le dice que hoy puede ser el día, y ese que al pesimista lo desvela en cada momento.

Y ahora estoy en el parque. Quizás no sea el mejor día. Quizás sea por vos. Quizás sea por mí. Pero hoy el día está fresco, y levanto la mirada y el cielo sigue ahí. Entonces sonrío. Me pregunto por qué y no encuentro ponerle palabras a la respuesta. Quizás sea por vos. Quizás sea por mí. Quizás tengan razon quienes dicen que la felicidad está en las pequeñas cosas, en aquellos fugaces y, por suerte, imprevisibles instantes.

1 comentario:

  1. ¡QUÉ OBSESIÓN POR "ENCONTAR" LA FELICIDAD!..., y en cambio sólo buscamos la satisfacción.

    Yo también disfruto de esa sensación del jabón escurriéndose espalda abajo, ¡momenos sabrosos! aunque insignificantes generalmente. Aunque discrepo que pequeños instantes, fugaces, aunque sucesivos (imposible de mantener esa sucesión), sean la felicidad: ESTADO, de plenitud.

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